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Así llegué al mundo

  (Y así lo escribió la escritora Edit Mabel Ruso. Fue su regalo el día de mi 40 cumpleaños)

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Hace cuarenta años, como ocurre cada Navidad, Papá Noel andaba repartiendo regalos por todos los rincones de la Tierra. Su última bolsa poco a poco se iba vaciando y, tanto Papá Noel como sus queridos renos, ya sentían muchas ganas de volver a casa y ponerse unas cómodas pantuflas.

Pero algo ocurrió...

En el fondo de esa última bolsa, algo se movía permanentemente.

-¿Qué es eso ?- preguntó Papá Noel con gesto asombrado.

-Seguro que es un juguete a cuerda que empezó a andar solo- dijo uno de los renos.

- A cuerda..., - sonrió otro de los renos- ¡Qué anticuado! ¡A pila querrás decir!

-Bueno, eso no importa y nada de discutir- ordenó Papá Noel y propuso - ¿se pueden fijar de qué se trata tanto movimiento, justo cuando estamos por terminar nuestro trabajo?

El tercer reno fue el encargado de meter cabeza y cuernos en la bolsa. Los demás esperaban intrigados...

-¡Es una niña!- gritó el reno, mientras trataba de desenganchar de sus cuernos un guante, una media y varios collares de colores.

-¿Cómo que es una niña? ¿Y qué hace ahí?- exclamó Papá Noel.

- Espere que le pregunto- repitió el mismo reno y volvió a meter su cabeza en la bolsa.

A los pocos minutos sacó su cabeza y explicó:

-Es una bebé, preciosa, movediza y tiene en una mano un lápiz y en la otra cuatro pinceles. Dice que en algún lugar la están esperando.

-¡Ah, Claro! ¡Resulta que ahora termino mi trabajo de Papá Noel y tengo que enganchar horas extras como cigÜeña!- protestó Santa  con los cachetes colorados.

-Yo pienso... no sé que les parece...,- murmuró un reno- nosotros ya terminamos por este año y teniendo en cuenta que pronto los Reyes Magos andarán haciendo lo mismo que nosotros, se la podemos dar a ellos y que se encarguen de dejarla donde coresponde.

-¡De acuerdo! ¡De acuerdo! ¡De acuerdo ¡Y bueh...!- se escuchó.

Pero claro, no fue tan sencillo. Una vez en casa, la nena no los dejó descansar ni un rato.

-¡Yo me quiero ir!- gritaba mientras pintaba cada cosa que se le acercaba.

Fue así que Papá Noel con su traje pintado de azul, amarillo y verde y los renos con la pelambre a lunares viioletas, decidieron subir a la movediza bebé al trineo y dejarla donde estuviera contenta.

Viajaron varios días preguntando casa por casa. La nena no era de nadie.

Nadie la esperaba...

Justo el 31, cuando en todas las casas los preparativos para recibir el nuevo año llenaban el mundo de luz, una ventana se abrió y, desde ella, una pareja muy abrazada, gritó mirando hacia el trineo.

-¡Acá, Papá Noel! ¡Es acá! ¡Esa es nuestra niña!

Papá Noel y los renos decendieron y dejaron a la pequeña en brazos de la mujer, quien comenzó a llorar emocionada. El hombre que estaba junto a ella, simplemente, con muchísima ternura, la miró y dijo:

-Bienvenida, Pilar.

Y así termina el cuento. Papá Noel dice que esa niña sigue pintando cada cosa que se le acerca y ¡cómo olvidarla! si hace  ya  muchos años él tuvo que mandar su traje a la tintorería y le quedó chico.

Pero lo más gracioso es ver, cada Navidad, a los renos repletos de lunares violetas.

 

                   

 

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Había una vez

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